Reseña: Llévame a cualquier lugar

FICHA TÉCNICA

Título: Llévame a cualquier lugar

Título original: -

Saga a la que pertenece:

Autora: Alice Kellen

Editorial: Plataforma Neo

Nº de páginas: 362 págs

ISBN: 9788416096862





SINOPSIS
Léane y Blake, ella francesa y él inglés, no son dos piezas de un puzle destinadas a encajar. En realidad, ni siquiera se soportan cuando el concurso de periodismo de la universidad los sitúa en el mismo punto de partida.
Él valora sus sueños por encima de todo y no dejará que nada se interponga en su recorrido hacia la meta, ni siquiera el seductor acento de Léane. Ella necesita el dinero del premio y utilizará todos sus encantos para convertirse en ganadora. Ambos están dispuestos a todo, incluso a ignorar el magnetismo que poco a poco irá surgiendo entre sus artimañas y discusiones.
Pero, cuando el calor de la atracción entre en su punto álgido, el frío de la realidad les demostrará que a veces los caminos más largos deben realizarse con alguien que te lleve de la mano.

 
RESEÑA 
Cuando leí la sinopsis de este libro me esperaba la típica novela juvenil romántica pero, no sé por qué, la portada me llamaba mucho la atención. Esa mirada que cruzan los dos protagonistas está cargada de significado.
Empezaré describiendo a Léane: una dulce muchacha francesa que se traslada con su mejor amiga Lissa a estudiar a la universidad de Reading. Allí, a pesar de estar en su primer año, Léane decide apuntarse a un concurso de periodismo que realiza su universidad. En ese concurso conoce a Blake, uno de los finalistas del concurso. Gracias a su acento francés y a su dulzura, Léane se hace con uno de los puestos de finalista.
Un accidente durante la primera prueba hace que Blake le declare la guerra a Léane, intentando sabotearla en todo momento. Es genial ver por una vez que los protagonistas no sienten amor a primera vista sino odio, un odio profundo además.
Pero para su desgracia, Lissa empieza a salir con Adam, el mejor amigo de Blake, lo que hace que ambos estén obligados a verse en muchas ocasiones (más de las que desearía ninguno de los dos). Blake tiene ese punto canalla que a todas nos atrae pero que, por algún motivo, Léane odia y le tira para atrás.
Cuando un día hace una tregua con Blake, descubre que ese capullo indecente que le está saboteando cada segundo es, en realidad, un niño con un corazón de oro que ha pasado por muchas dificultades y se mantiene escondido tras esa fachada.
Una de las cosas que más me ha gustado ha sido que Léane es una chica fuerte, independiente y que no se dejó intimidar por Blake a pesar de todos sus atributos. Le odia y eso es lo importante (hasta que empieza a conocerle y cae a sus pies como el resto).
Aunque uno de los topicazos que se ven en este libro es el “no reconozco mis sentimientos por miedo”. Es lo peor que se puede hacer. Si alguien te importa, díselo, demuéstraselo. No te hagas el duro para no salir dañado porque el que no apuesta no gana. Y esto es lo que les pasa a ambos, no son capaces de expresar lo que sienten.
El libro se va alternando por capítulos entre la voz de Léane y la de Blake, lo que nos permite conocer perfectamente a ambos personajes y, en muchos casos, identificarnos con ellos.
Sin duda si te gustan las novelas románticas pero que no sean las clásicas de toda la vida de “chico conoce a chica y se enamoran perdidamente”, la recomiendo al 100%. 
Y, como siempre, Alice Kellen ha vuelto a sorprenderme gratamente.

FRASES FAVORITAS
Echaba de menos a mis padres, especialmente por las noches. Hubiese aceptado gustosa que me arropasen en la cama, como cuando era pequeña, y que me hiciesen sentir segura. Adoraba la sensación de calma que me producía siempre su presencia; creía que mientras ellos estuviesen cerca nunca podría ocurrirme nada malo, como si ambos fuesen una especie de superhéroes invencibles. Sabía que, a mis dieciocho años, era un pensamiento estúpido e infantil, pero lo sentía así. Mis padres emanaban una energía positiva que me llenaba de fuerza. Y ese vacío no podía compensarse con llamadas telefónicas ni mensajes de texto; no era lo mismo.

Había comprobado que existía una especie de electricidad entre nosotros. Era una electricidad negativa. Blake lograba sacar lo peor de mí. Si existía en mi interior un trasfondo oscuro, frío y egoísta, él conseguía que estos sentimientos ocultos estallasen y se mostrasen con toda su fuerza.

La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé me ha sido dado por el corazón.

Quise darle un abrazo de consuelo, pero no pude moverme. Estaba anclado en el suelo, intentando contener la rabia que se apoderaba de mí; notaba los músculos agarrotados por la tensión. Cuando la miraba, solo veía a una niña pequeña e indefensa. No quería que ella creciese o avanzase, ni que tuviese nuevas inquietudes y decidiese explorar cosas nuevas deseaba que solo siguiese siendo mi hermana pequeña, para siempre.

Abrí los ojos de golpe, alejándome rápidamente de aquel prado repleto de tréboles y enfrentándome de nuevo a la realidad. Recé para que se callase y no volviese a tocar ese tema, tal como habíamos acordado la noche anterior, pero cuando la miré y vi su mirada sincera y repleta de ternura me dio un vuelco el corazón. Léane acababa de traspasar una puerta importante en mi interior y no estaba seguro de querer alejarla y continuar solo el resto del camino.

Había comenzado esa especie de relación con él con la certeza de que por fin podía ser yo misma, sin preocupaciones, sin pensar en cada momento qué decir o qué omitir, sin sentir que debía dar una imagen determinada. Simplemente Léane, sin adornos ni florituras.
Pero también me había encontrado con <<simplemente Blake>> y lo peor era que, contra todo pronóstico, me gustaba.

Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta.

Entendí que no existía una forma buena de hacer las cosas, sino múltiples caminos que derivaban en infinitos senderos.

Aguanté la respiración. No podía dejar de mirarle. Era como si un imán me lanzase hacia él con fuerza; me contuve para no acariciar con el dedo índice, despacio, la línea de su perfecta mandíbula.

Descubrí entonces que, a pesar de todas nuestras diferencias, encajábamos de un modo perfecto, como si fuésemos dos piezas de un complicado puzle que al fin se habían unido entre sí.

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